Cuando Santiago regresó al hotel ya era muy tarde. Dentro del dormitorio estaba Delfina y ya estaba dormida.
Cuando un viento frío entró en las sábanas, se despertó de golpe. Sin embargo, antes de que pudiera darse la vuelta, él ya estaba rodeando sus hombros con las manos y tirando tranquilamente de ella para abrazarla por detrás.
El leve olor a tabaco y el champú con aroma a cítricos se mezclaron para hacerle cosquillas en las fosas nasales. No fue hasta que estuvo segura de que él no haría ningún otro movimiento que se relajó poco a poco.
Cuando sintió la rigidez y la cautela de la mujer en sus brazos, Santiago fue incapaz de dormirse. Su respiración tardó un tiempo interminable en calmarse lo suficiente como para que él pudiera cerrar los ojos.
...
La hora era tardía y resultaba ser la estación en la que el otoño cambiaba a invierno.