Cuando Santiago bajó las escaleras, vio a María y a Carla haciendo galletas juntas. Cuando se volvió para mirar el baño del primer piso, la puerta estaba cerrada y las luces estaban encendidas en el interior. Sin embargo, no había ningún ruido procedente del interior. La sospecha se agolpó en sus ojos mientras caminaba hacia el baño.
—¿Estás ahí?
No hubo respuesta. Santiago llamó a la puerta dos veces.
—¿Delfina? —Seguía sin haber respuesta. Su mirada se ensombreció.
Le pareció recordar algo mientras se apresuraba a agarrar el pomo de la puerta. Justo cuando empujó la puerta para abrirla, el sonido de la cisterna llegó desde el interior del baño.
—¿Eres un pervertido o algo así? —gritó Delfina mientras se bajaba la falda a toda prisa.