Aunque hablaba en voz baja, las palabras retumbaban en los oídos de Delfina.
Aparte de su noche de bodas, Santiago siempre la trataba con frialdad y sin filtro. A pesar de saber la clase de hombre que era, Gerardo seguía insistiendo en que Delfina iba a tener un hijo suyo.
—«¿Qué mierda es esta? «Eso es imposible». —Delfina negó con la cabeza.
La expresión de Gerardo seguía siendo tranquila mientras afirmaba:
—No es imposible. Aliméntalo con esto, échalo en su bebida cuando no esté mirando, y acabarás embarazada.