Al principio, Delfina no oyó que la llamaran por su nombre. Sólo después de que alguien le diera un golpecito en el hombro, recuperó el sentido. Miró sin comprender a la persona que estaba detrás de ella por un momento antes de reconocer a la mujer.
—¿Lisa?
Lisa miró a Delfina sorprendida.
—¿Qué pasa, señorita Murillo? La he estado llamando durante mucho tiempo, pero no me ha contestado.