El día siguiente fue un buen día. Susana se levantó temprano para desayunar con su hijo. Sentado frente a la mesa, Julián no pudo evitar mirar hacia arriba y preguntar:
—¿Dónde está Delfina?
Por derecho, no tenía que preocuparse tanto por Delfina, pero no podía soportar ver la actitud de Santiago hacia ella.
—¿Por qué tienes que nombrarla tan temprano? Me has estropeado el día. —Susana puso un huevo pelado en el plato de Julián y dijo—: Toma un huevo, hijo.
Julián frunció el ceño.
—Mamá, por favor, sé más amable con Delfina. Tampoco es fácil para ella.