Delfina asintió con la cabeza antes de agarrar su bolsa y salir del lugar.
Cuando ella se marchó, él se acercó a la ventana y corrió la cortina. Vio cómo ella salía del viejo edificio y se dirigía al aparcamiento antes de cerrar la cortina.
—Señor Jaime, ¿se puede confiar en esta mujer?
—Nadie es de verdad digno de confianza. Podemos trabajar juntos siempre que haya beneficios.