Después de la reunión de la mañana, Delfina volvió a su despacho y se dio cuenta de que el teléfono que tenía sobre la mesa se iluminó de repente al aparecer un mensaje. Sus ojos se oscurecieron un poco cuando la miró.
—Presidente Murillo, ¿a dónde va?
—Tengo algo que hacer.
—¿Cuándo va a volver?
—No lo sé. Llámame si pasa algo.
Después, entró en el ascensor. Viendo lo apurada que estaba, la secretaria volvió rápido a su oficina para hacer una llamada.