Criada por el propio Santiago, Carla estaba acostumbrada a ser mimada y obstinada. Es cierto que a menudo rompía a llorar y armaba un escándalo, pero la mayoría de las veces sólo lo hacía para asustar a los demás y que hicieran lo que ella quería y rara vez lloraba de verdad. Sin embargo, sus ojos se enrojecieron en ese momento mientras grandes gotas de lágrimas rodaban por sus mejillas. No pudo detener sus lágrimas.
Santiago entró en pánico.
—Carla.
—Buaa, Buaa. —Lloró incontroladamente—. Al final esperé a que volviera mamá. ¿Por qué se separan otra vez? No me quieren en absoluto. Sniff, sniff.
—Te quiero, Carla.
—Entonces, ¿qué pasa con mamá? ¿No me quiere también mamá?