Delfina había estado siempre aturdida desde que volvió del banquete de cumpleaños de la familia Murillo.
Fue al hospital a la mañana siguiente.
—Lo hace todos los días. Sería mejor que se quede en el hospital. —Susana se paró frente a la mesa del comedor mientras miraba a Delfina, pero no la detuvo.
—Señora, no creo que deba preocuparse demasiado por ello. No durará mucho con el señor Echegaray —respondió la señora Dávalos.
—¿Por qué lo dices?
—Siguen durmiendo en habitaciones diferentes en este momento y si esta mujer no puede tener ningún hijo suyo, no durarán mucho. Además, ella es muda.