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Capítulo 87 No llores, Delfina
- La cara de Delfina empezaba a contorsionarse. El dolor la hacía llorar, pero Santiago no mostraba signos de parar. De hecho, la agarró aún más fuerte.
- —¿Me has entendido?
- Ella asintió con dificultad, y sus lágrimas corrieron por su mejilla, cayendo sobre el dorso de la mano de Santiago.
- —¿Has visto a Gerardo antes de ser dada de alta? ¿Te dio un dispositivo de escucha y te pidió que lo instalaras en mi coche?
- Delfina asintió. En el momento en que lo hizo, el agarre de Santiago se hizo aún más fuerte, casi aplastando su cara, y la sofocó.
- —Protegí a tu abuela, ¿y así es como me pagas? —Si las miradas pudieran matar, Delfina ya habría muerto.
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