—Oh, no. —El rostro de Julián se ensombreció, pues oyó una serie de pasos apresurados al otro lado de la puerta.
—Esta es la habitación, Santiago. Los vi entrar con mis propios ojos. ¡Incluso están haciendo esto en pleno día! No muestran ningún respeto hacia ti —dijo la voz.
La expresión de Delfina se volvió severa en el momento en que se dio cuenta de que la voz pertenecía a Ámbar. Sus visitantes tocaron el timbre una y otra vez.
—Abre la puerta. —La voz helada de Santiago sonó desde detrás de la puerta.