—Nadie pensará que eres muda si mantienes la boca cerrada por una vez, sabes. —Santiago miró a Tina con el rabillo del ojo.
—No soy muda —dijo Tina con una sonrisa de satisfacción. Puso los ojos en blanco ante Delfina antes de levantar las tijeras y cortar la cinta de seda roja en dos.
Una vez terminada la ceremonia, Delfina sacó las cintas del escenario. Sintió una sensación agria en el pecho mientras observaba a Santiago y a la otra chica de pie, cerca el uno del otro. Nunca lo había visto ser protector con otra persona de una manera tan atrevida y abierta. Aunque lo hiciera con Ámbar, Delfina sabía que sólo le seguía el juego por el bien de la farmacéutica Murillo.
...
El resto de la celebración tuvo lugar en un hotel. Delfina se aburría como una ostra al ver a todos los invitados brindando y socializando entre ellos, así que decidió salir a dar un paseo.
—¿Qué estás haciendo aquí sola? —La voz de un hombre sonó desde atrás. Delfina dio un pequeño respingo antes de girarse para ver a Santiago vestido con un traje negro. Estaba muy atractivo bajo el cielo nocturno poco.